Tengo un amigo que es un fanático de la NBA. Está muy al día de los resultados, conoce a la mayoría de los jugadores, sigue las estadísticas y se mantiene al tanto de los traspasos más destacados. Disfruta mucho de la competición y cuando nos vemos me cuenta las últimas noticias al respecto. Eso sí, su gran afición a la NBA tiene una particularidad: no ve un solo partido de baloncesto.
Vivimos en un mundo extraño. Se puede ser un gran conocedor de un deporte sin ver o practicar ni un minuto de ese deporte. Yo llevo un ritmo similar, a quién quiero engañar. Leo crónicas, escucho podcasts, sigo a tuiteros especializados, entro constantemente en FlashScore y se podría decir que escribo un blog sobre fútbol, pero no veo fútbol -o muy poco-. Qué queréis que os diga, ahora mismo hay un Barcelona-Elche en Movistar y se me ocurren siete u ocho cosas mejores que hacer. Tampoco es que esto sea nuevo de ahora. Hace casi veinte años, en la época buena del Supermánager, mi amigo y yo nos llevamos una decepción tremenda al enterarnos de que Curtis Borchardt no era negro, quién se lo iba a imaginar.
En fin. A mi hijo sí que lo veo, por suerte, aunque se me haya terminado el permiso de paternidad. Se acostumbra uno a cualquier cosa, incluso a no trabajar, digo a quién me pregunta qué tal la vuelta al trabajo. Tampoco nos vamos a poner dramáticos ni quiero engañar a nadie: sienta bien salir de casa y pasar tiempo con otros adultos, haciendo cosas de adultos. Supongo que trabajar tres días a la semana desde casa también ayuda.
Mi amigo, el de la NBA, es padre desde hace unos años, y lleva ya un tiempo haciéndome spoilers sobre lo que iba a vivir yo al unirme al club de los conis (los “con-hijos”). Algunas de las cosas mi amigo me adelantó me han ocurrido y otras no. Pero es bonito ir reconociéndote en sensaciones que previamente te ha explicado un amigo. Otro colega me dijo hace un tiempo que se estaba enamorando de su hijo de tres meses, y yo pensaba que era una manera de hablar. Pensaba. Pero esto último, lo del enamoramiento, ya lo comentaremos otro día.
Una vez le leí a Enrique Ballester que si a los aficionados de, digamos los Indiana Pacers, les dijeran que hay gente en España que se levanta a las 3 de la madrugada para ver un partido suyo, fliparían. Y con razón: ellos seguro que no lo harían. De hecho, dudo mucho que ahora haya un tío de Wisconsin madrugando para ver el Barça-Elche, la verdad. Estoy de acuerdo con él, y con mi amigo el aficionado al baloncesto americano. Que la mejor manera de ver la NBA es no viéndola. Y que nadie me volverá a mirar en la vida igual que me mira mi hijo a los 3 meses.