He empezado a jugar a fútbol 7 con un grupo de tíos de mi edad. El nivel medio es bastante alto, así que soy de los peores jugadores sobre el campo. Esto suele ocurrir: el primer día que juegas a fútbol con un grupo nuevo de gente te complicas la vida. Intentas hacer demasiadas cosas, como queriendo demostrar que sabes jugar. Sueltas un pase largo cuando no debes, das mucho toque con el exterior del pie, buscas un tiro a la escuadra a la mínima oportunidad, cosas así. Suele ser un desastre, por supuesto.
Algo parecido sucede con el primer hijo, lo estoy comprobando. El nivel de autoexigencia es muy alto. Quieres hacer de todo, desde el principio, y que todo salga perfecto. Que esté sano, que le interesen los libros, que desarrolle a buen ritmo su capacidad psicomotriz, que coma de todo y en cantidades adecuadas. Compras artilugios de todo tipo, desde hamaquitas ergonómicas hasta separadores de bañera, pasando por biberones con tetina anticólico y zapatitos respetuosos. La comida es un tema aparte que puede sacarte de quicio muy rápidamente. Hay mil teorías en libros, todas contradictorias entre sí, sobre cómo alimentar bien a tu hijo. Utensilios para comprar, suficientes como para arruinarte: pre-cucharas, vasos adaptados, chupetes agujereados para absorber el jugo de la fruta, platos con ventosa, y mejor paro de enumerar. Nada funciona si tu hijo no quiere comer, por muchas cosas que intentes. Un poco como en los partidos de fútbol 7.
Al segundo partido que acudes simplificas. Si la jugada no está clara, balón al compañero más cercano, siempre con el interior. En lugar de centrar al área a la mínima, busco al bueno del equipo en el centro del campo y que decida él cómo continuar la jugada. Si llego al borde del área, punterón raso y a ver qué pasa. La cosa mejora sensiblemente.
Hace poco, por casualidad, descubrí que a mi hijo le gusta coger un vaso de chupito de Ikea y chuparlo por la parte de abajo. Por probar, puse comida en el culo del vaso, y bingo, mi hijo se la comió sin rechistar. Puse un poco más y siguió devorándola. Al principio me sabía un poco mal, porque reconozco que es una imagen desconcertante: un niño sorbiendo papilla del culo de un vaso de chupito de Ikea, pero qué coño importa, si está comiendo, que es lo que importa. Simplifica, me dije. Guarda ya los platitos adaptados, las pre-cucharas y los post-tenedores, los pechitos plastificados. Si a tu hijo le gusta comer del dorso de un vaso de chupito de Ikea, que así lo haga, hasta que se canse.
Al tercer partido, intenté incluso menos cosas. En defensa, a la mínima presión recibida, balón atrás al portero y que la saque fácil en largo. Ni un regate intentado, ni un balón largo rifado, ni un tiro a puerta desde fuera del área. Todo fácil, con el interior, con la derecha. Evidentemente, marqué mi primer gol. Lección más que aprendida. En el fútbol, como en la paternidad, no te compliques, simplifica. Aportarás más.