Esto ya os lo habrán dicho, pero os lo cuento yo también: ser padre da mucho trabajo y te absorbe la mayor parte de tu tiempo libre. Todo tu tiempo libre, en realidad, porque los escasos momentos en que tu hijo duerme o no está a tu cargo, hay mil tareas pendientes por hacer que impiden tumbarte en el sofá a ver qué pasa en Twitter.
Las siestas de mi hijo -y las noches, seamos justos- siguen siendo jurisdicción de mi novia en su mayoría, así que algunos sábados, después de comer, el universo me regala dos horas para mi solo. Lo habitual en estos casos es que reaccione como un mono al que le dan una freidora: no sé muy bien qué hacer con ellas. Me pongo nervioso con el tiempo libre, igual que me pasaba en Reino Unido cuando hacía buen tiempo.
Miro a mi alrededor y decido arreglar los desperfectos del terremoto provocado durante la comida. Limpio la trona, friego el suelo, recojo los platos, pongo el lavavajillas. Recuerdo que es sábado y me digo que hay que relajarse un poquito. Me siento en el sofá y pongo Filmin. Doy unas cuantas vueltas buscando una película, pero no insisto mucho en la búsqueda. Me pongo un episodio de Parliament. Antes incluso de terminarlo, recuerdo que me sabe mal estar leyendo poco estos días y decido ponerme un rato con La ciudad de los vivos, de Lagioia, que tampoco es para tanto, ya que sale el tema. Echo un ojo al móvil antes de empezar a leer y veo que el Sevilla pierde 0-1 con el Almería en el minuto 15 y se mete en descenso. Dejo el libro a un lado y enchufo DAZN. De los pocos alicientes que tengo este año en Liga es ver si bajan a segunda el Valencia o el Sevilla. Ninguno de los dos clubes me cae especialmente mal -incluido el Valencia, al que he cogido un afecto extraño después de leer Noruega-, pero me entretiene mucho ver a equipos grandes luchando en el barro por sobrevivir. Empata el Sevilla antes del descanso y pierdo interés. Entro a la habitación de mi hijo y veo que hay montañas de ropa por plegar y guardar. Me pongo los cascos y pliego y doblo bodies durante lo que dura medio episodio de The Nacho Martin Project. Me canso a media montaña y me maldigo al ver en el calendario de la pared que hoy es la Milán-San Remo. Voy a Eurosport y veo a Van der Poel esprintando en la repetición. Victoria espectacular, dicen, y yo plegando bodies, joder. Entro en la cocina y me como una naranja. Cada vez que me como una naranja me siento mejor persona, por algún motivo. Vuelvo al salón y enciendo la tele de nuevo. No tengo ganas de ver nada. No hay ningún mensaje de audio por escuchar en el móvil. No tengo tiempo de ponerme a escribir. Ha pasado una hora y tres cuartos desde que se fueron a dormir. Oigo a mi hijo reírse en la habitación. Mañana es el día del padre.